Hola amigos. Estoy agotado. Ayer, como os explicaba al final del comunicado, me manché de caramelo el albornoz y mi dueño me digo que tenía que limpiarlo. Pues hoy he estado haciendo una lavadora, aunque no he lavado mi albornoz.
Mi albornoz es tan especial y tan delicado que la verdad tengo miedo de lavarlo y que se me estropee. Así que se lo he comentado a mi dueño y lo ha entendido. “Ya te lo lavaré yo” me dice. Yo, inmutable, asentía con la cabeza, pero por dentro estaba feliz, tendría mi albornoz limpio y no tendría que lavarlo yo. “Pero…” dijo mi dueño. Aish… ese “pero” me huele mal. “A cambio tendrás que lavar mi ropa. No es tan delicada y no tendrás problema. Además… tendrás que tenderla”. “¿Trato hecho? Sabía que era un trato justo, él me lava mi albornoz súper especial y yo su ropa. Así que asentí con la cabeza.
Esta mañana me he puesto manos a la obra, he puesto la lavadora, el programa número 8. Esperar que termine y a tender la ropa. Que es la parte que cuesta más. Poner la lavadora es fácil, pero tenderla, ya es otra historia. Hay que encaramarse en el tendero y eso no lo puede hacer cualquiera. Solo los ositos fuertes, valientes y ágiles como yo pueden hacerlo. Eso sí, es un proceso lento. Entre que me encaramo con la ropa, bajo otra vez a buscar las pinzas de la ropa y vuelvo a subir, así para cada una de las piezas de ropa. Me he tirado un buen par de horas. Pero lo he conseguido.
Cuando he terminado, mi albornoz ya estaba limpito, seco y muy muy suave. Así que me he quitado mi ropita, me he puesto mi albornoz y me he dispuesto a comer un buen desayuno, me lo he ganado, un bocadillito de pan con tomate y jamón. Ñam. Estaba riquisísimo. Y si… he ido con mucho cuidado de no mancharme.
Que tengáis un fantástico día.
Hociquitos.
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