Hola. Ayer me apetecía comer un tortilla, pero como usé los
últimos huevos para hacer la coca de Sant Joan del sábado, no tenía. Tuve que
esperar a la noche, a que mi dueño bajara huevos frescos de nuestras gallinitas
en la masía.
Cuando llegó, ya casi era la hora de cenar, me llamó
poderosamente la atención uno de los huevos.
Concretamente este.
¿No veis nada que os llame la atención?
Los que me conocéis en persona quizá lo apreciáis, pero para
los que no, aquí tenéis una foto comparándolo con el resto de los huevos.
Ahora si. ¿No?
Era un huevo gigante. No se cual de mis gallinitas fue, pero…
ejem, quizá le duela un poco el culete. Nunca había visto que mis gallinitas
hubieran puesto un huevo de este tamaño.
Para cenar me quería hacer una tortilla de dos huevos, pero
con semejante tamaño, es muy probable que con solo uno sea suficiente.
Cuando abría el huevo, me di cuenta que además de gigante
era un huevo con dos yemas.
Menuda tortilla me iba a comer.
A estas alturas no os voy a explicar la receta de hacer una
tortilla, jejeje, espero que todos sepáis hacerla. Pero me gusta preparar mi
tortilla personalmente. Mi dueño, para ganar tiempo, suele batir el huevo con
un bote y lo agita, como si fuera una coctelera. Pero a mi me gusta más la
forma tradicional de ponerlo en un plato y batirlo con un tenedor.
De esta
forma, incorporamos aire al huevo, y queda una tortilla más esponjosa.
Mientras calentaba el aceite en la sartén, decidí que una
tortilla con este huevo tan especial tenía que ser especial. Por lo que corté
unos cachitos de queso. De esta forma podría comer una tortilla de queso, una
de mis tortillas preferidas (después de la tortilla de patatas).
Menuda cena, una tortilla de queso, pero versión gigante. A
ver si vienen más huevos gigantes. A ver si en la masía se habrá infiltrado una
avestruz. Jejejeje. Seguiremos informando.
Un hociquito gigante
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