8/17/2012
El año pasado me regalaron una almohada extra suave del
Barça. La he utilizado cientos de veces para ir a dormir y para estar más
cómodo cuando veo los partidos de futbol.
Como es un regalo, le tengo mucho cariño a esa almohada.
Tiene un valor sentimental muy grande. Pero… ¿estoy hablando en presente? Mejor
tendría que hablar en pasado. “Tenía mucho cariño a esa almohada” o “Tenía un
valor sentimental…” y es que me han robado la almohada. Y no lo digo de broma.
Como ya sabéis el papá de mi dueño está ingresado en el
hospital, y aunque al lado de la cama hay un sillón muy cómodo, cuando la mamá
de mi dueño se queda allí para dormir, le duele el cuello. Así que yo pensé,
que esta almohada extra suave le iría bien, pues se adapta al cuello dando un
agradable apoyo. Así que ni corto ni perezoso, brindé mi ayuda y les dejé mi
almohada. Así han pasado unos días.
Hasta que el otro día por la noche, al ir a buscar la
almohada no la encontraban. Miraron por todos los sitios de la habitación, la
verdad es que es fácil, no hay mucho sitio por donde mirar, y no la
encontraban.
Después de meditar, pensar y hablar con la gente que habían estado en la habitación, llegamos a una conclusión. Nos habían robado la almohada.
Después de meditar, pensar y hablar con la gente que habían estado en la habitación, llegamos a una conclusión. Nos habían robado la almohada.
Precisamente ese día no había habido muchas visitas, y fue fácil precisar en qué momento se vio por última vez la almohada. Fue justo antes de que vinieran a cambiar la ropa de la cama. Curiosamente la almohada estaba al lado. Después ya no vino nadie más hasta que nos dimos cuenta de que faltaba. Así que quien la robó o cogió por descuido la almohada fueron una de las dos chicas que vinieron para esa faena. No hay más opción.
Un hociquito triste
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