Ya tenemos en los cines la entrega número 23 de la saga de
las películas de James Bond. En esta entrega se habían propuesto un reto. Hacer
algo diferente con el agente al servicio de Su Majestad. Y parece ser que lo
han logrado.
Para aquellos despistados o que simplemente no conocen las
últimas películas de Bond, Daniel Craig interpreta por tercera vez al agente,
la primera en Casino Royale y luego Quantum of Solace. Ambas películas compartían
hilo argumental y también eran hijas de su tiempo: lastradas por la fuerte
amenaza que para la reputación de Bond suponía, en aquellos momentos, Jason
Bourne. Tanto en Casino Royale pero sobre todo en Quantum of Solace,
directores, guionistas y productores se empeñaron en demostrar que el recién
licenciado doble cero no solo tenía más clase y personalidad que Bourne, sino
que él también podía ser un saltimbanqui letal en grúas, tejados, azoteas...
Y el reposo de cuatro
años desde la última película, parece que le ha sentado bien a la saga. No es que Skyfall no tenga las famosas escenas
de acción a las que Bond nos tiene acostumbrados, totalmente necesarias en este
tipo de films. Pero es que Skyfall tiene más, mucho más.
Tiene a un 007 que el MI6 ha dado por muerto, tiene a una M acosada
con unos superiores que quieren jubilarla, tiene un flamante Q y, sobre todo, tiene a un gran villano: Raúl
Silva que cuenta con las llaves para poner en jaque a todo el servicio secreto
británico. Este villano esta interpretado por Javier Bardem. Silva es un
personaje histriónico, amante de los aspamientos y por momentos desconcertante y
que siente un gran gusto por la muerte.
Silva es uno de esos
malos de la escuela del Joker, para los que la puesta en escena es tan
importante como la tragedia y el caos que en ella van a representar. Su aparición
en Skyfall y su primer cara a cara con Bond es la mejor secuencia de toda la
cinta. Un encuentro tenso y perturbador -en muchos sentidos- que ya está dando
mucho que hablar.
Sí, él es una de las grandes atracciones, pero no es el
único que brilla en Skyfall. El personaje de M toma un protagonismo inusitado
hasta la fecha.
Las dos chicas Bond no están a la altura de la película: la guapísima
Sévérine, a la que encarna Bérénice Marlohe, y Eve, interpretada por Naomie
Harris. Ésta última, por cierto, con sorpresa final. Uno de los guiños a la
mitología de la saga que se van deslizando durante las casi dos horas y media
de Skyfall. Tiempo más que suficiente -un poco excesivo quizás- para una
historia que intenta escarbar en la esencia del personaje, en el porqué de
Bond.
De lo que no hay duda es de que Skyfall es un magnífico
regalo para que 007 celebre por todo lo alto su medio siglo de vida. Cincuenta
años, veintitrés películas... y las que le quedan.
Buen fin de semana y os dejo con el tráiler.
Un hociquito al servicio de Su Majestad.
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