Algunos dicen que comer en París es caro, pero si sabes
organizarte bien no lo es tanto. Nosotros al poder disponer de cocina en el
apartamento desayunábamos y cenábamos allí, eso ayuda a bajar el precio y la
comida del mediodía, aprovechamos las ofertas de menú.
Pero un día, sí que tiramos la casa por la ventana y es que
cuando era la hora de comer y mi estómago empezaba a rugir cuando mis ojos
quedaron maravillados por lo que veía. Un restaurante que se llamaba “FlaMs”.
Aish, que rica comida debía haber allí dentro.
Así que con mi mejor carita miré con ojos amorosos a mi
dueño, para convencerle de comer en ese restaurante. Me iba a zampar tantos
flaMs como pudiera.
Entramos, nos asignaron una mesa y nos trajeron la carta.
Mi francés estaba muy oxidado, bueno la verdad es que no
entendía nada, y bueno con el inglés de mi dueño, pedimos la bebida y el
camarero nos informó que había un menú combo donde entraba la bebida, una ensalada y todo lo
que pudiéramos comer de una pequeña selección de platos. Así que sin dudarlo elegimos
esa opción. Me iba a atiborrar de flaMs.
Primero llego la ensalada, dejé que mi dueño comiera más para yo tener más vacío el estomago y poder comer más flaMs.
Pero al llegar el plato de flaM…. me llevé un chasco.
Precisamente flaMs como yo los conozco no eran. Aunque el restaurante se
llamaba Flam’s, lo que servían era Flammkuchen. una comida típica de la
gastronomía de las regiones de Alsacia (Francia) y del Palatinado y Baden
(Alemania). La base de la flammkuchen es una fina masa de pan sencilla,
elaborada con harina y agua, sobre la que se colocan otros alimentos;
tradicionalmente cebolla cruda, panceta y nata líquida, que suele estar un poco
condimentada. Los ingredientes se mezclan y se echan sobre la masa de pan en
crudo, y luego se cuecen al horno fuerte durante diez a quince minutos. Se
suele servir en la mesa sobre una tabla de madera y se come en trozos con la
mano.
Me esperaba mis ricos flaMs así que me miré con un poco de escepticismo
el flammkuchen, le di un bocado y tengo
que confesar que estaba riquisísimo. Así que devoramos el primero y pedimos un
segundo. Con la modalidad del menú que habíamos pedido nos iban trayendo hasta
que dijimos basta. Casi ya no podía comer y pensaba que ni siquiera comería postre,
pero entonces vi en la carta de postres algo que me llamó poderosamente la
atención “Crème brûlée”, es un postre cremoso muy parecido a la crema catalana
y por lo tanto parecido un flaM, así que hice un esfuerzo y ese fue mi postre,
jujuju.
Cuando salimos del restaurante casi que ni podíamos andar de
la comilona, el plan era ir a visitar la torre Eiffel, pero no me apetecía
andar tanto, se lo comenté a mi dueño si habría alguna opción de ir a algún
sitio donde no tuviéramos que andar tanto. Después de pensarlo un momento, me
dijo que ya sabía dónde ir. Yo confío en su criterio, así que me puse en la
bolsa transportín para echar una mini siesta de camino al sitio que él me
llevaba.
Pronto iba a saber el lugar y me estremecería de miedo.
Petit museau
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